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martes, 5 de agosto de 2014

Androfobia, el miedo exagerado a los hombres

“Nunca me gustaron las citas a ciegas”, “así estoy bien”, “quiero crecer en mi trabajo”, “me lleva demasiado tiempo”. Muchas mujeres sufren cuando tienen que enfrentar una situación de intimidad amorosa con un varón. Suelen tener entre 18 y 40 años y, si bien entienden que sus temores son irracionales, no pueden evitar la angustia y buscan una “solución mágica”: evitar cualquier encuentro íntimo. Qué es, cuáles son las causas y de qué manera tomar las riendas de un trastorno que no nos deja sentirnos plenas.


Algunas sueñan con encontrar el amor de su vida. Otras buscan a un hombre que las haga sentir queridas, necesitadas. Y un 3%, refugiadas en frases como “no es para mí, somos totalmente opuestos” o “todos son iguales, todos buscan lo mismo”. Intentan tapar su miedo que, si bien sienten que es irracional, no pueden manejarlo, haciéndose crónico y dando lugar a síntomas como ansiedad, angustia, depresión, taquicardia, sudoración o sonrojamiento frente a situaciones de intimidad emocional y/o acercamiento amoroso.

La persona que sufre de androfobia -fobia a los hombres- evita las situaciones que le provocan este malestar. Usan toda su creatividad armando una lista de diferentes pretextos. Aunque suelen ser lógicamente creíbles, poco a poco se distancian de reuniones sociales, citas y de todo encuentro que pueda tener alguna connotación sexual. Con el solo hecho de pensar en esos encuentros, comienza a sentir síntomas. Entonces, intenta resolver el conflicto evitando toda situación que le produzca malestar, produciéndose un efecto rebote: limitar más su vida y perder aún más su libertad emocional.


Qué es y cuáles son las causas

La androfobia es el miedo exagerado que siente una mujer frente a la presencia de un hombre. En su máximo grado, cuando tiene que enfrentar una situación de intimidad amorosa y/o compromiso. En general, las mujeres que padecen este trastorno tienen entre 18 y 40 años y son personas ansiosas, negativas y con rasgos obsesivos en su personalidad. Estas características les hacen creer que no tienen los recursos emocionales necesarios para enfrentar situaciones de un mayor nivel de estrés. Quién padece estos trastornos entiende que es irracional, pero frente a la angustia y ansiedad que le provoca, creen encontrar la “solución mágica” evitando enfrentar la situación a través de diferentes excusas. Todas parecen ser razonables: “nunca me gustaron las citas a ciegas”, “así estoy bien”, “quiero crecer en mi trabajo”, “me lleva demasiado tiempo”, “todo no se puede”. Pero estas excusas pierden credibilidad con el paso del tiempo y la imposibilidad de modificar la situación.


Entre las causas de este trastorno, se encuentran:

- Vínculo negativo con el padre o una figura paterna ausente;

- Malas experiencias en vínculos de pareja (rupturas traumáticas reiteradas);

- Violencia emocional verbal familiar y/o en el vínculo de la pareja de los padres;

- Abuso sexual.




Estrategias emocionales


Existen tratamientos psicoterapéuticos de última generación para este tipo de trastornos con un alto pronóstico de recuperación. Entre ellos, la terapia cognitiva-conductual-comportamental y la programación neurolingüística trabajan directamente sobre los procesos cognitivos. El sufrimiento emocional de cada uno tiene que ver, en gran medida, con cómo interpreta las situaciones que vive y con nuestra forma de pensar, sentir y accionar. Tiene que ver con las creencias y los modelos familiares de comunicación aprendidos. Por eso, estos tratamientos están focalizados en que el paciente aprenda técnicas especificas para detectar y modificar las creencias irracionales, pensamientos automáticos y sus distorsiones cognitivas para poder empezar a manejar los síntomas que lo angustian y limitan su vida. Al mismo tiempo que se profundiza la causa en su historia de vida que lo llevo a producirlos.

Los siguientes tres ejercicios son un buen complemento a los tratamientos psicológicos que van ayudarte a saber el por qué y el cómo resolver tu fobia a los hombres.

- Escribí tus historias de corazones emocionados. Intentá escribir en forma concreta alguna situación amorosa positiva en donde te ves actuando libremente. ¿Qué sentías en ese momento? Y la historia de amor desencontrado que más creés que te afectó, hoy, a la distancia, ¿en qué parte de esa historia hubieses actuado diferente? Quedarte pegada al miedo, al dolor, no te permite reflexionar, no te permite conectarte con tus posibilidades. Esa es la esencia del cambio.

- Recreá tu estilo. No hay una manera “correcta” de enfrentar las situaciones que nos provocan ansiedad: hay diferentes estilos. Y la manera correcta es la que vos diseñes como propia. Planteate objetivos que creas que puedas comprometerte. Por ejemplo, frente a una cita, pensala con un objetivo claro y con un tiempo no mayor a dos horas. Tratá de conectarte solamente con las sensaciones que te indiquen si él cumple o no con tu expectativa. El hecho de bajar la ansiedad es un paso básico para empezar a investigar las razones de tu fobia.

- Armá tu plan “B”. Intentá cerrar los ojos y, mentalmente, recreá las situaciones amorosas en las que sentís que por algo que hacés o no hacés vos y/o quién te acompañe quedás empantanada emocionalmente. Escribí por qué es importante que cambies ese hábito que te lleva a la repetición, en qué cambiaría tu calidad de vida, qué perderías si no lo cambiás. Tratá de tomarte 20 minutos por día, leé lo que escribiste, esta es una buena fuente de automotivación. Recreá con los ojos cerrados la escena con el cambio que harías y respirá en forma profunda. Intentá hacerlo hasta que tu plan “B” se convierta en tu plan “A”.


El miedo a la intimidad emocional

Entre la salud y la enfermedad hay un camino señalizado por situaciones que vivís: como si fuesen naturales, como parte de un destino, muchas veces no sabés cómo desenredarte de ellas y terminás adaptándote. Un ejemplo de esto es el temor a la intimidad emocional, que tiene que ver con crear un espacio emocional dentro de la pareja de conocimiento de los valores, ideales, proyectos y deseos: uno del otro. La ausencia de este espacio crea una sensación de vacío, soledad, sensación de no compromiso con la relación. Muchas veces este miedo a la intimidad emocional está ligado directamente al miedo de ser rechazadas, abandonadas. Es una extraña sensación el creer que, si te conocen realmente, “no van a elegirte” o que, cada vez que te sentís atraída por alguien, suena una especie de “alarma emocional interna” a través de frases como “no lo intentes, si sabés cómo termina. ¿Para qué volver a sufrir?”

Otros de los temores a la intimidad emocional es el miedo a perderse en los sueños, proyectos y deseo de la pareja (“siempre me pasa lo mismo cuando estoy en pareja: dejo de salir con mis amigos, postergo las cosas que me hacen bien, estoy todo el tiempo pendiente de los llamados, mensajes de texto, si no me llama enseguida me hago la cabeza. ¿Para que volver a sufrir, si ya sé cómo es la historia”).

Muchas pueden ser las razones que justifiquen tus miedos. ¡Y todas parecen valederas! Pero lo cierto es que todas se pueden sintetizar en un gran miedo que es el “¡quiero pero no puedo!” El hecho de no aceptarnos. El hecho de focalizarte una y otra vez en tus zonas emocionales débiles hasta creer paradójicamente que ser débil es tu gran fortaleza. El mejor antídoto al auto miedo es el fortalecimiento de tu imagen emocional.


Cinco claves para reconstruir tu autoconfianza

1 – Practicá el poder de la introspección. Creá nuevos hábitos. Tomate 20 minutos por día para escribir todas las cosas que te afectaron ese día y las emociones negativas que te despertaron esas situaciones. Luego, rompé ese papel, tiralo. Cuando sientas alguna sensación gratificante por esta acción, tomá otra hoja y comenzá a escribir una lista con todos tus recursos (perseverancia, sentido del humor, los que descubras). Este ejercicio te ayudará a conectarte con tu potencial. Es un buen primer paso para permitirte empezar a desarrollarlo.

2 – Desactivá los hábitos tóxicos. Muchos son los hábitos que armamos y repetimos casi automáticamente a lo largo del tiempo. Si no logramos desactivar algunos de ellos, nos pueden hacer sentir incapaces de actuar como realmente sentimos, dañando directamente nuestra autoestima y confianza. Por eso, cuando te oís decir una y otra vez las mismas frases o te ves viviendo situaciones repetidas, cómo si le pasase a otro, intentá replantearte el por qué pero, sobre todo, para qué lo estás haciendo. Estás simples preguntas pueden ser un buen despertar emocional.

3 – Revalorizá tus habilidades eficaces. Frente a cualquier conflicto que vivimos siempre hay dos opciones, aunque muchas veces el miedo nos permite ver sola una. Si eso te pasa, intentá volver atrás la película de tu vida buscando las escenas en donde te ves en una posición proactiva: resolviendo, decidiendo más allá del miedo y de los resultados. ¿Que sentís cuando recordás esas escenas? Si tenés dificultades para hacerlo, recurrí a fotos donde te veas bien, cerca de tu sueños, cerca tuyo. Este ejercicio te puede ayudar a conectarte con tu parte creativa, que es la que te posibilita buscar hasta encontrar la opción “B”.

4 – Aprendé a comunicarte en forma asertiva. Compartí tus sentimientos, preocupaciones. Ser fuerte no es solamente ayudar, tener respuestas para todos en forma incondicional. Si no se lo complementa con el poder conectarte con tus emociones, trasmitirlas sintiéndote así contenida y acompañada, corrés el riesgo de romper tu equilibrio psico-emocional, perdiéndote en la sobreexigencia que es amiga inseparable de un bajo auto-reconocimiento.

5 – Reconvertí tus emociones negativas. Muchos son los pensamientos negativos que se cruzan por día, algunos tienen que ver con los que generamos. Construir tu vida sobre los pensamientos y emociones negativas hace que fortalezcas más tus creencias disfuncionales. “Soy así, no puedo cambiarlo”. Intentá reconvertir estas emociones confrontándolas con experiencias positivas donde pudiste resolver situaciones más allá de la angustia o del enojo.




Muchas veces te podés sentir oprimida, angustiada, por lo que no viviste, por no habértelo permitido, es natural que te pase. Pero lo bueno es que sepas que siempre podés elegir entre el dolor como compañero de ruta acomodándote a lo que la vida te presenta, o hacerte cargo de tus pensamientos y emociones para armar ese camino que te lleva al reencuentro de tus fortalezas. Finalmente, acercarte a ese sentimiento liberador y tan saludablemente necesario que es el amor a uno mismo. Porque, como dice Terry Neill, “el cambio es una puerta que solo puede abrirse desde adentro”.

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